jueves, 4 de noviembre de 2010

Prometeo

Prometeo

uenta que cuando todos los seres inferiores fueron creados, Zeus pidió a Prometeo y a su hermano Epimeteo, que distribuyeran las facultades y dones de todas las criaturas. Epimeteo decidió realizar él mismo la distribución de facultades, y le pidió a su hermano, que la supervisara una vez hubiera terminado, y Prometeo aceptó.

Así pues, Epimeteo fue dando facultades a todas las criaturas, intentando evitar que alguna pudiera ser exterminada. De este modo, a algunos les confirió fuerza y fiereza, mientras que a los más débiles, les proporcionaba alas o velocidad, de modo que pudieran evadirse al ser atacados. También puso gran cuidado en que todas las especies pudieran sobrevivir a las estaciones de Zeus, dándoles pieles gruesas a unos, cascos en los pies a otros, siempre de un modo lo más equitativo y justo posible.

Sin embargo, tanto esmero puso Epimeteo en las demás especies, que pronto agotó todas las facultades, y el hombre quedó desnudo y desprotegido. Cuando Prometeo supervisó la distribución, cayó en la cuenta, que los dioses no aceptarían una criatura tan desprovista como el hombre, y que además sería fácilmente exterminada por las demás especies. Por tanto, se dirigió a la forja de Hefesto, y le robó el fuego, así como sus artes y las de Atenea, y se las entregó al hombre como regalo, convirtiéndolo así en la más inteligente y preparada de las criaturas.

Al ver esto Zeus, encolerizado, castigó a Prometeo, y ordenó que fuera encadenado en lo más alto del Caúcaso. Allí, todos los días un gran aguila descendería para atacarle y comerse su hígado. Mas como era un inmortal, su hígado se regeneraría de nuevo al día siguiente, para que nuevamente el águila lo devorase.

Larga fue la agonía de Prometeo, desde entonces considerado amigo del hombre, hasta que un día Heracles, en uno de sus viajes, se compadeció, y decidió liberarle.

Por suerte para Prometeo, Zeus tomó en buena consideración este acto, ya que Heracles era su hijo, y este acto de compasión le engrandecía. Así fue como Prometeo logró evitar su castigo, aunque fue obligado a llevar como recuerdo, un anillo con un fragmento de la piedra a la que estuvo encadenado.


En el barro esculpí a la Humanidad
Dándole al primer hombre su existencia,
Y logré asegurar su preeminencia
En un mundo de fiera hostilidad.

Rompí las reglas por necesidad

(todo es común en caso de emergencia),
y acepté, aún siendo injusta, la sentencia
que hirió mi cuerpo, no mi dignidad.



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